
Duron Chavis
By: Por: Editores, Duron Chavis y Quilian Riano
Imagen de la instalación Commonwealth, Institute for Contemporary Art at Virginia
Commonwealth University, 2020. En la foto: Duron Chavis, Jardín de la Resiliencia, 2020. Fotografía: David Hale
El activista por la justicia alimentaria Duron Chavis cree que la comida fresca y saludable debiera estar disponible para todos: una forma de riqueza común. Concibió su “Jardín de la Resiliencia” en el ICA, uno de los proyectos comisionados para Commonwealth, como un espacio para cultivar productos frescos, y también para educar sobre la relación entre la inseguridad alimentaria, el acceso a espacios verdes y el racismo sistémico. Por ejemplo, el diseño modular, desarrollado en colaboración con el arquitecto Qulian Riano, incluye no solo camas elevadas para cultivar vegetales, sino también árboles y otros elementos que brindan sombra a lo que suele ser un lote de asfalto —así brinda una alternativa para reducir el efecto de “isla de calor urbano”, que hace que algunos vecindarios sean más calurosos que otros. El proyecto, que inició como una respuesta al COVID-19 en el espíritu de apoyo mutuo, también reflejó la coincidencia de la proximidad del ICA a uno de los epicentros de la primera ola de protestas por la justicia racial en el verano de 2020, cuyos rastros permanecen en la fachada. El empoderamiento negro es uno de los pilares de la práctica de Chavis, así que él y Riano eligieron hacer eco de los murales callejeros de «Black Lives Matter» pintados en todo el país durante el verano de 2020 integrando la frase «Black Space Matters» al diseño. La cosecha del jardín será distribuida entre los estudiantes de VCU que enfrentan inseguridad alimentaria y tanto las plantas, el suelo y otros materiales serán redistribuidos hacia otros huertos urbanos alrededor de Richmond.
– Los Editores
¿Por qué importa el espacio negro?
Hace dos años tuve el placer de hacer un “recorrido verde” con varios colegas increíbles. El recorrido fue particular porque visitamos la Iglesia Reveille en el West End de Richmond, Virginia.
La Iglesia de Reveille es una de las más antiguas de la ciudad y también es una de las más adineradas. El guía turístico narró la historia de la iglesia, nos paseó por los jardines y nos contó la historia de la casa más antigua dentro de los predios de la iglesia, también una de las casas más antiguas de la ciudad.
La casa es tan antigua como la esclavitud de mis antepasados en este país. Las otras participantes de la gira eran predominantemente mujeres mayores blancas, y puedo asegurar que no estaban experimentando el paseo de la misma manera que yo. Mientras el guía turístico contaba la historia del espacio, lo único en mi cabeza era cómo mis antepasados africanos habían experimentado este lugar. Las historias que contarían. Los horrores que enfrentaron. Cómo eran sus vidas cuando se vieron obligados a trabajar en los jardines, las cocinas y las fincas de una de las instituciones religiosas más antiguas de Richmond. Recuerdo claramente la puerta aparte para la servidumbre.
Junto a mis propias evocaciones ancestrales, uno de los aspectos más conmovedores del recorrido fue la historia de cómo las tierras llegaron a manos de los primeros colonos de Virginia. Mientras subíamos los escalones de la casa, el guía turístico explicó que King George les había otorgado la asombrosa cantidad de 50,000 acres. ¿50,000 acres?, pensé. El guía lo mencionó desde lo alto de los escalones, explicando que las tierras se extendían desde esos mismos escalones donde nos encontrábamos, a solo cuadras desde Willow Lawn, hasta el río James. La totalidad de esa extensión había sido regalada a esta gente blanca, sin tener en cuenta a las comunidades indígenas que vivían allí.
Cuento esta historia para ayudarles a comprender la raíz de por qué los espacios negros importan. La historia de las personas de ascendencia europea y el imperialismo occidental, específicamente en lo que respecta a la historia de las Américas, es la historia del espacio: la historia de la gente blanca apoderándose del espacio para hacer lo que deseen y crear en él la vida según sus parámetros.
El genocidio, el desalojo forzoso y la marginación de pueblos indígenas en reservaciones; la esclavitud, discriminación y marginación de los africanos; la marginación de las comunidades asiáticas; la explotación de los mal llamados Latinos –porque antes de que un español colonizara este hemisferio, las personas actualmente etiquetadas como latinas o hispanas no se llamaban así– todo esto se sigue reproduciendo cuando personas de ascendencia europea hacen daño a todas las demás etnias del planeta bajo la falsa idea de la raza como justificación y de una jerarquía de valor humano que los coloca a ellos mismos en la cima y a todos los demás debajo de ellos.
La justicia alimentaria, climática y racial requiere justicia territorial. Como agricultor urbano, uno de los problemas más tenaces que he enfrentado ha sido el de la tenencia de la tierra. Encontrar lugares para sembrar ha sido un trabajo duro, a menudo más duro que el propio trabajo agrícola. Después de años de cultivar la tierra, he visto a propietarios decidir cambiar los términos, vender la propiedad, o convertir en otra cosa los huertos urbanos que hemos desarrollado. Para practicar plenamente la autodeterminación, las personas de ascendencia africana deben poder adquirir tierras que controlen ellos mismos, sin preocuparse de que se las quiten.
El fenómeno que experimentamos hoy es que los especuladores de la agricultura urbana, predominantemente blancos, colonizan y gentrifican rápidamente nuestras comunidades negras y marrón en Richmond y en todo el país. En lugar de invertir en la comunidad preexistente, estas organizaciones acceden a sus círculos de riqueza y recursos para financiar salarios, programas y organizaciones que casi nunca colocan a nuestras comunidades en posiciones de liderazgo. Nunca nos dan título de propiedad ni roles de liderazgo. Estas organizaciones simplemente no usan su poder, ni sus privilegios para romper patrones de racismo sistémico.
Cuando explicamos por qué las comunidades no tienen acceso a alimentos saludables, contamos la historia de cómo nuestras comunidades fueron marginadas —se les negaron hipotecas y financiamientos por razón de raza— en la década de 1950 por la Administración Federal de Vivienda. Contamos la historia de cómo los vecindarios afroamericanos fueron destruidos por la creación del sistema de carreteras interestatales. Contamos la historia de cómo el USDA discriminó contra los agricultores negros y les negó préstamos y otros servicios, y de cómo sus tierras fueron robadas por miembros de la comunidad blanca a nivel local y estatal en todo el país. Contamos la historia de cómo en el último siglo le han robado doce millones de acres de tierra a los agricultores negros. El 98% de la tierra agrícola es propiedad de personas blancas. Explicamos que la falta de acceso a los alimentos siempre tiene que ver con el poder y con cómo los sistemas fueron establecidos para negar acceso a las personas racializadas.
El espacio negro importa porque no lo hemos tenido antes. A las personas de color se le ha negado la posibilidad de agenciamiento del espacio desde que el primer pedazo de tierra fue otorgado a un colono de ascendencia europea, ya sea en las Américas, en África, en el llamado Medio Oriente, en Australia o en Asia. El movimiento a través del espacio o de la tierra; su redistribución equitativa; su potencial de uso y lo que sucede en ella son la última frontera para todos aquellos que aspiran a la justicia social.
El Jardín de la Resiliencia es una reinvención del espacio y un ejemplo de lo que puede suceder cuando las personas negras toman control del mismo para regenerarlo como catalizador de libertad, sanación y liberación. El espacio existe en la intersección de la justicia alimentaria, climática y racial y es un homenaje a un futuro que nos sirva a todos, no solo a unos pocos.
– Duron Chavis
Un espacio flexible que crece: acerca del diseño de los ‘Jardines de Resiliencia’
El diseño de los ‘Jardines de Resiliencia’ se inspira en el proceso mismo de organización agrícola y comunitaria como un proceso continuo, que cambia ligeramente cada temporada y a través del tiempo. Por lo tanto, el diseño es un marco de referencia o una lógica organizacional, en favor de un crecimiento que evoluciona a medida que la programación y otras necesidades van cambiando.
Comienza con la dimensión del ancho de una cama de cultivo sobre el suelo, 4 pies, utilizada para delimitar una cuadrícula en el área del jardín. En la parte superior de la cuadrícula lineal de 4 pies, se superpone una segunda cuadrícula en las áreas más públicas, para demarcar una distancia de 6 pies, cumpliendo con los protocolos de Covid-19. Adicional a esto, el equipo de trabajo crea una cuadrícula terciaria para identificar las áreas más utilizadas por ellos según las actividades: agricultura, clases y programación. Juntas, todas estas redes forman un tapiz creado por los agricultores, donde se reclama tierra y se gesta un nuevo conjunto de relaciones y comunidades en crecimiento.
Dentro de la cuadrícula los productos crecen hacia el centro, con las plantas más grandes en los bordes (por ejemplo los árboles), seguidos de camas de cultivo, seguidas de mesas de cultivo o parchos de heno. El centro no es una zona pre-determinada, sino una zona negociada de crecimiento, circulación y programación.
Enmarcando toda el área activa hay tres murales que al juntarlos leen ESPACIO NEGRO IMPORTA. Están posicionados en diferentes lugares y superficies de todo el proyecto, de manera que pueden verse de maneras distintas, como un todo o ya bien desde sus partes. En paneles esparcidos en el perímetro, el artista Duron Chavis y su equipo de trabajo llevarán a cabo programación pública que explora esta idea del Espacio Negro Importa dentro de las comunidades negras en y fuera de Richmond.
– Quilian Riano, DSGN AGNC